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17.2.10

cometa 4

Rostam hiere mortalmente en batalla a su valiente enemigo Sohrab, y descubre entonces que Sohrab es su hijo, que había desaparecido mucho tiempo atrás.
[...]
A veces, cuando le leía ese pasaje, sus ojos se inundaban de lágrimas y yo siempre me preguntaba por quién lloraba, si por Rostam, que, destrozado por el dolor, se arrancaba las vestiduras y se cubría la cabeza con cenizas, o por el moribundo Sohrab, que sólo anhelaba el amor de su padre. Yo, personalmente, no veía la tragedia del destino de Rostam. ¿Acaso no era cierto que todos los padres albergaban en el corazón el secreto deseo de matar a sus hijos?