Corren mis 12 años, estoy por terminar la primaria, y entrar a la adolescencia. Conseguí algunos nuevos amigos, pero siempre peleo con ellos. Sé que voy a conocer mucha gente nueva, también en la secundaria. Pero no estoy lista para el cambio. Siempre hubo cambios radicales en mi vida, como la partida de mi padre de mi casa. No dramaticemos, volví a verle la cara. Vivo con mi padrastro, y está enfermo, muy enfermo. Mi padre le desea la muerte. Nadie sabe lo que nos espera.
Cumplí 13 años, estudio algo que detesto y me hace sufir. Es díficil adaptarse a un colegio nuevo, a algo tan grande como eso. Cambié mi estilo, pero sigo siendo la misma. Podríamos decir que hice mi grupo de amigos, pero siempre fue complicado, por mi forma de ser, que al parecer no cae bien a todo el mundo. Por fin, cuando termine el año, voy a adorar todo el esfuerzo que hice para que las cosas me salieran bien durante todo el año.
Ya tengo 14, no presiento que este va a ser el peor año de mi vida. Comienzo segundo año, tengo menos compañeros. Los problemas empiezan a surgir, y me veo involucrada en varios de ellos. Y con mis decisiones, se que estoy yendo a ningún lado. Peleo todo el año, defiendo todo lo que creo. Llega mi receso invernal, y lo peor se acerca. Mi padrastro, absorbido por esa maldita enfermedad, muere. Ver su cuerpo sin vida y sin aliento, me hace reproducir la película de mi vida. Y las peleas con mis amigos, me hacen preguntarme quién soy realmente. Lucho con el hecho de haber perdido a alguien tan importante para mí y de la forma en que lo perdí. Me doy cuenta de que ya nada vale la pena. Como si nada, vuelvo al colegio, las peleas siguen. No hay un día que no piense en mi Ángel, y me permita llorar un poco. Descubro cosas de mí, que no sabía que las tenía. Tengo peleas importantes con mis 'amigos', quiénes después me dejaran sola, cuando se den cuenta, de que no les conviene estar conmigo. Pierden mi amistad, y yo creyendo que para ellos es importante. Vivo el último mes de clases peleando y sola en la escuela, prácticamente. No sé con quién sentarme en clase, no sé con quién comer al mediodía. No sé nada. En las horas libres me la paso leyendo. Me tengo lástima a mi misma y sé que los demás también. Desapruebo tres materias, sufro cuando tengo que estudiar. Y estoy preocupada, de que las cosas nuevamente, me salgan mal. Paso a tercer año, fue un respiro. Una lección de que el esfuerzo vale la pena. Me tengo que mudar y me olvidé ya de quién yo solía ser.
Llega enero, nos mudamos con mi familia. Mi abuela es internada, todo está mal. Extraño al único padre que tuve, y que ahora no está. Tengo que seguir estudiando, empieza el año escolar. Empiezo bien, pero las miradas y las actitudes de odio, no son gratificantes para nada. Empiezo bien con mis calificaciones, cumplo 15 años. Mis amigos de toda la vida, festejan conmigo. La gente se enoja. Y yo ya me cansé de dar excusas por todo lo que hago. Las peleas siguen. Mis notas empeoran. Todo sigue así por un tiempo, hasta que las personas con las cuáles me llevo bien, hacen algo para que todo mejore. Recupero mi grupo. Recupero parte de mi persona. Me hace felíz. Mis notas son un desastre increíble. Voy a tener que hacer un gra esfuerzo para recuperarme de eso. Pero siento que volví a ser esa chica de 13 años, desconociendo todo, desconociendo el mundo. Haciendo nuevos amigos, siento que al escribir todo esto, hice un repaso de todo lo que pasé, siento que recupero a Leila Villares.
Y que en parte, no soy más la que se fué formando con los años, las peleas, la muerte primera, las batallas, las palabras, las miradas, las patadas.
Eso es en parte lo que soy yo hoy, pero quiero recuperar mi pasado. Para no olvidarme de lo que fuí y de todas las cosas, que me llevaron a ser, lo que soy hoy.